El 7 de diciembre de 2019, la abuela de la Reina Doña Letizia, la periodista Menchu Álvarez del Valle, recientemente fallecida, concedió una entrevista a OKDIARIO. Sin embargo, puso la condición de que no viera la luz hasta que falleciera. “Cuando yo no esté, si quieres, lo publicas. Sólo te pido que lo hagas con cariño y respeto”, nos dijo. El pasado 27 de julio, a la edad de 93 años, Menchu falleció en su casa rodeada de los suyos. Este periódico cumple el pacto y revela ahora los vídeos del encuentro que mantuvo con la veterana locutora en su vivienda de Ribadesella (Asturias).
Hacía no mucho tiempo que acababa de reformar su casa, en la que vivía desde varias décadas. Una morada llamada La Arquera. Una pequeña casita de pueblo de dos plantas, cada una de poco más de 70 metros cuadrados. Orgullosa de cómo le había quedado la reforma, nos hizo un recorrido por cada uno de los recovecos de la residencia. Comenzó por el salón, nada más entrar a la derecha. «Estas vistas no las tiene cualquiera, ¿eh?», presumía mientras señalaba el enorme ventanal que protagonizaba la estancia.
«La tranquilidad que hay en este sitio no la cambio por nada en el mundo», añadía. Menchu Álvarez del Valle le tenía muchísimo cariño a su casa. «Cuando mi marido y yo fuimos a firmar la hipoteca el anterior dueño nos dijo que no nos vendía una casa, que nos vendía parte de su alma». Una frase que recordaba con total nitidez y que en el momento en que la pronunció la hacía suya.
Antiguamente, en ese salón se guardaba el ganado. «El calor de los animales subía a las habitaciones y así nos calentábamos», contaba. El salón estaba dividido en dos zonas. Por un lado, varios sofás de color rojo. Al otro lado, una mesa grande de color marrón ubicada en un espacio que hacía las veces de comedor. Alrededor del mobiliario había decenas de fotografías familiares. «No se te ocurra publicar nada de esto hasta que yo deje de estar, ¿eh?», volvía a insistir, siempre con una sonrisa. Algunas de esas fotografías las publica hoy OKDIARIO.
Menchu Álvarez del Valle, periodista vocacional, nos enseñó, orgullosa, la vitrina en la que acumulaba los premios que había ganado durante su trayectoria radiofónica. La abuela de Doña Letizia era una apasionada de las ondas y había recibido varios reconocimientos por «el trabajo de su vida». Su amor por el transistor era inconmensurable. Sin embargo, su relato estaba plagado de enormes dosis de humildad. «Nunca creía que lo estuviera haciendo bien del todo porque siempre tienes algo que aprender. Mi vida ha sido muy gratificante, pero ha estado llena de mucho trabajo y esfuerzo», sentenciaba.
Una de las ‘recetas’ de su éxito profesional fue decir siempre que sí a sus jefes. «Estaba dispuesta a todo con tal de poderme hacer un hueco en la profesión», recordaba al mismo tiempo que explicaba «lo difícil que era todo en un mundo de hombres». También reflexionaba sobre la ventaja que le dio haber aprendido taquigrafía. «Era la primera en todas las ruedas de prensa. Mis compañeros me preguntaban qué había dicho el político de turno porque sabían que yo era la más rápida transcribiendo», nos contaba.
Sin embargo, la popularidad que finalmente alcanzó en las ondas se debió a su característico tono de voz y a la manera sencilla en la que contaba las historias. Una voz sincera y muy agradable de escuchar más propia de una actriz de doblaje que de una periodista al uso. «¿Sabes qué fue lo que me ayudó mucho?», se preguntaba. «Leer en voz alta», sentenciaba. «Además de relajarme en los momentos en los que estaba más agobiada me servía para practicar», nos aconsejaba. «Leía poemas», añadía.
La Arquera está ubicada en la pedanía de Sardéu, a cinco kilómetros de Ribadesella, en Asturias. Para un desconocido llegar hasta la vivienda es una auténtica odisea, ya que se encuentra, literalmente, en medio del campo. Para llegar hasta allí hace falta recorrerse decenas de caminos pecuarios sin ningún tipo de señalización. Un auténtico laberinto. «¿Y cómo haces cuando tienes que salir a hacer la compra?», le preguntamos.
«Depende. Hay veces que me la traen. Pero si me da la vena cojo el coche y me voy yo sola al supermercado por unos atajos infames que conozco», responde. «¿Pero sigues conduciendo con más de 90 años?», le preguntamos. «Sí, me encanta, pero siempre por el día. Desde que me operaron de cataratas no he vuelto a conducir de noche», insiste. «Otras veces hago la compra online y es una gozada porque me lo traen a la puerta de casa», presume de sus habilidades tecnológicas.
Las visitas ‘secretas’
Uno de los episodios que narra con más cariño son los momentos en los que su nieta, la Reina Letizia, su marido, el Rey Felipe VI, y sus bisnietas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, van a visitarla a su casa. «Vienen sin avisar y me hace muchísima ilusión». Mientras nos relata esta anécdota subimos al piso superior por unas escaleras estrechas de madera. «Felipe, por ejemplo, tiene que agachar la cabeza para subir por estos peldaños», dice entre risas.
«Aquí era donde dormía Letizia cuando era pequeña y se quedaba conmigo», aseguraba al mismo tiempo que señalaba dónde estaba colocada la cama que usaba la ahora Reina. Es un antiguo dormitorio hoy reconvertido en biblioteca que se encuentra justo enfrente de su habitación. «Ahora voy a enseñarte la joya de la Corona», nos dijo en un tono cariñoso, siempre manteniendo la sonrisa.
Se refería a su dormitorio, que contaba con algo que le hacía mucha alegría mostrarnos: un pequeño despacho, ubicado en un mirador cubierto, que se había hecho construir durante la reforma. En él había un escritorio de madera y sobre el mismo un ordenador. «Desde aquí leo todos los días la prensa. Es lo primero que hago nada más despertarme. Aún no he perdido los hábitos de periodista», decía. «Es mi rinconín, mi rincón del alma. Aquí me paso las tardes leyendo. ¿Has visto cuántas tonalidades de verde se aprecian desde aquí?», nos preguntaba señalando las vistas a la vegetación de las montañas.
Sin embargo, el tesoro más preciado de la abuela de la Reina Letizia es, sin duda, su propia familia. Comenzando por sus hijos, Jesús y Henar (que acompañó a su madre hasta el último día), a quienes «quería con todo su corazón». Incluso a su familia política. Tenía un cariño especial a la esposa del padre de Letizia, Ana Togores. «Es una gran mujer y hace muy feliz a mi hijo», recordaba.
Seguidamente, nos mostró dos regalos muy especiales que le hizo un amigo de la familia, un alto cargo del Ejército llamado Javier, y que guarda como si de diamante en bruto se tratara. Dos cuadros con los árboles genealógicos de su marido José Luis Ortiz, fallecido en 2005, y de ella misma. El primero estaba colgado en la parte derecha del cabecero de la cama y el de ella se situaba detrás de la puerta del dormitorio. «Por cierto, hablando de mi marido, me gustaría contarte algo», nos dijo.
«Cuando la prensa publicó que mi nieta se iba a casar con el que entonces era el Príncipe de Asturias empezamos a recibir muchísimas llamadas de teléfono de amigos y familiares que nos preguntaban si era verdad o no. Al principio cogía yo las llamadas, pero era tal cantidad de gente la que llamaba que mi marido tuvo que ayudarme. ¿Te puedes creer que nos quedamos afónicos? Estuvimos varias semanas pegados al teléfono», recordaba.
Menchu era una señora adelantada a su tiempo. Amable, peleona, llena de humor y muy optimista. Además de usar el ordenador contaba con un teléfono de última generación. De hecho, estaba enganchada al Whastapp, que usaba a diario para comunicarse con su familia y amigos.
La última vez en la que se comunicó con el periodista de OKDIARIO que escribe este reportaje fue el pasado 16 de abril. Le escribimos: «Querida Menchu. Espero que estés bien y que si no te han vacunado que lo hagan pronto. Un beso». A lo que la abuela de la Reina Doña Letizia respondió: «Vacunada. Un poco pachucha pero resistiendo. Gracias mil».
(Menchu Álvarez del Valle concedió a OKDIARIO esta entrevista el 7 de diciembre de 2019 en su vivienda de Ribadesella, en Asturias, con la petición de que sólo podía ser publicada una vez que ella ya no estuviera presente).